Romina Paredes
14 Aug
Estruendos femeninos

La editorial Animal de invierno publicó Tres truenos de Marina Closs (Misiones, 1990) en el marco de la Feria Internacional del Libro de Lima de este año. En esta obra, la autora construye un tríptico narrativo donde Vera Pepa, Demut y Adriana enfrentan los mandatos sociales desde la resistencia, el dolor y la lucidez y exploran las tensiones entre virginidad, maternidad y deseo en un territorio donde lo mítico se entrelaza con lo cotidiano.

El primer capítulo, Cuñataí o de la virginidad, corresponde al relato de Vera Pepa, o Gran Monte, la voz más poderosa del conjunto. Desde un portón, esta mujer relata su vida a una señora a quien mendiga pan y confiesa: «Me hubiera gustado haber sido virgen, cuñataí, como dicen. Así sí, hubiera hendido el polvo».

La sexualidad en Tres truenos dialoga con cómo la escritora argentina Aurora Venturini presenta el deseo desde la negación, donde las protagonistas redefinen su existencia mediante el rechazo. El deseo de ser virgen remite a Hestia, la diosa virgen del hogar, quien eligió la castidad como forma de autonomía divina. Sin embargo, Closs no idealiza esta posición; más bien, la presenta desde el desencanto. Vera Pepa fantasea con un estado de integridad perdido, donde la virginidad se convierte en la metáfora de una habitación propia, en términos woolfianos. Esta perspectiva establece un contrapunto interesante con narrativas contemporáneas populares, como la de Bella Baxter en Poor Things, donde el despertar sexual femenino se presenta como algo monstruoso pero liberador. Mientras Baxter abraza el deseo sin culpa, las protagonistas de Closs navegan en aguas más turbias, donde el goce se encuentra negado o culpabilizado, y donde la experiencia sexual se vive desde la pérdida.

La deconstrucción de los ideales maternos es otro eje fundamental del libro. En el segundo capítulo, Demut o de la paciencia, que trata de una relación incestuosa entre hermanos, las reflexiones de la protagonista son reveladoras: «La fertilidad de una mujer es dura. Una se entierra a sí misma en las vidas futuras de sus hijos» y «El agua es una mala madre. Su abrazo corta en dos, ahoga. El agua no es una madre: alrededor del cuello, es una soga». Esta capacidad de condensar en imágenes la complejidad de la maternidad es uno de los mayores aciertos de la obra.

Tres truenos desafía los discursos hegemónicos sobre la realización de las mujeres a través de la procreación. Vera Pepa, desde su experiencia de maternidad no deseada, articula un discurso preventivo dirigido a una hija hipotética: «Si yo hubiera tenido una hija mujer, hoy mismo, ahora, le hubiera prohibido recibir a un hombre». Su propuesta, bastante venturiniana, se basa en la restricción como forma de protección, en la negación del deseo como supervivencia.

El recorrido por estas subjetividades femeninas se completa con el tercer capítulo, Adriana o del amor verdadero, que presenta a una costurera dedicada al vestuario de obras teatrales y su relación con dos pintores con los que descubre un deseo enrarecido. Se podría tener una lectura romántica e ingenua de este relato. Sin embargo, lo raro y torpe que se presenta el goce («De pronto, me besa los labios. No sé por qué, me da vergüenza y, al final, tengo un orgasmo de verdad. Toda la convulsión. Ahí estoy a punto de morderle, pero me hago apenas pis. Él no se da cuenta. Me quedo acurrucada en el piso. Espero un minuto y me levanto. —¿Te vas ya a tu casa? —Sí. —Chau. —Chau»), subvierte cualquier idealización del encuentro erótico, presentándolo como experiencia incómoda.

Finalmente, Closs aporta una perspectiva que integra elementos del folclore regional con una sensibilidad contemporánea. En su posterior colección de cuentos titulada Pombero, Closs retoma imaginarios guaraníes en las historias de Dunka y María Das Luzes. Así, en tiempos donde los discursos sobre género se multiplican, Tres truenos ofrece una perspectiva compleja que evita la victimización miserabilista y propone una literatura con una mirada aguda hacia la experiencia femenina, en los espacios donde conviven el dolor y la resistencia, el silencio y el trueno.

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